Me pidieron perdón
entre el humo
amable y neutro
de la lejanía.
Yo a penas oía:
Mis oídos ensordecen
con la humedad
y solo se deslumbran
con la humedad
y solo se deslumbran
ante la llama de fascinación
que luego nos extingue.
Sobrevivo así aferrada
a este clavo ardiendo;
los brazos de Morfeo
los brazos de Morfeo
camuflan las mentiras
entre mis pálpitos,
ecos acelerados de carcajadas
ecos acelerados de carcajadas
que resuenan cada lunes,
con el café y las preguntas
que nunca me hice.
Me observa la soledad.
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