Montañas de nubes cubren
los techos del mundo y de ellas caen Guadalquivires, Senas, Támesis, Nilos.
Abajo nosotros, ahogados en un mar de lágrimas. Me siento frágil. Las gotas repican y repican, y desde el otro lado del cristal pienso en el sonido monótono
de Machado y en la bella nostalgia que transmite esta regularidad. Tristeza en
forma de sonrisa. Las luces de la ciudad, allá abajo, me miran desde un ángulo
picado. Por un momento me siento poderosa, portadora del fuego, y la vida se me
antoja fácil.