domingo, 2 de julio de 2017

Verano

Nos amamos con falsos parasiempres que se derritieron en un pequeño anticiclón. Era verano y caía el sol -el mismo que nos vio nacer, nos vio morir, pero un poco más viejas, un poco más cansadas-. Era verano y era libertad. 
Pese a los empujones, abrí mi cuartel. Tenía miedo; vaya si tenía miedo... Pero allí fuera había manos abiertas de personas que hablaban del horizonte, de la Patagonia y de lugares que nunca antes había oído. Paso a paso, gota a gota, nuestro amor fue cayendo, azul e inerte, para nunca más volver a existir. No dejó ni un átomo de energía. Ni un destello. Empezamos a caminar, cada una buscando su norte, prohibiéndonos volver la vista atrás por si la mirada congelaba nuestro deseo.