viernes, 16 de octubre de 2020


Recuerdo el goteo del reloj

que consolaba mis lágrimas    

y mis gemidos volando 

nerviosos por la habitación

como fantasmas asustados.

Recuerdo el sonido punzante

de algún aparato monótono

que llamaba mi atención 

y me suplicaba que volviese.

Puse los pies en el suelo

y me tambaleé hasta mi amigo.

Recuerdo su abrazo derritiéndose

entre mis manos de hielo

y el silencio de octubre.

Ven, quiero contarte un secreto.

¿Adónde vamos?, estaba perdida.

No había luz y todo era tan real...

Pero podía escuchar el oleaje, 

mi fiel compañero,

y algunos destellos me guiñaban.

Era el mar, la única verdad

y eran mis pasos en la arena

de aquella noche inesperada

de sustos, puertas y golpes,

pero también de esta playa, 

llena de huellas que se borran

con el soplo de un amor limpio 

y libre

por una mano que me agarra 

y camina tranquila conmigo.