No hay vida en este cuerpo
hambriento de afecto,
que rota por un laberinto de setos
impresionantes
y espejos distorsionados.
Lo que no ves, ya nunca será.
La rabia me abre la puerta
y me encuentro con las olas,
que oscilan como yo.
Ahora veo, por fin me veo,
y con pasos pausados
la arena marca la hora
de mi verdad.
Así mi cuerpo se libera y siente
que algo se aproxima;
soy instinto y razón.
Un río de sangre recorre mis piernas
y nos aliamos con el mar.