martes, 29 de septiembre de 2020

Es el día de tu abrazo final, 

mi pena se enreda en tu melena

y mi torso respira la melodía

de tu instrumento de fuego.

Desde el jardín,

somos una sola materia.

 

En este abrazo pausado,

me elevo y me pierdo

en el resplandor dorado

de una lámpara de rejilla,

que exuda esperanza y pinta 

tu nuevo hogar sin mí.

 

Me aferro a tu corazón, que arde 

mientras mis pupilas divergentes

retratan la imagen de la muerte

entre el polvo y las plantas resecas.

 

Este póstumo, abrazo eterno

que resucita el otoño, días 

con olor a rancio, y la primera 

luz del desenlace.

 

Entretanto, un viento fatigado

sopla recuerdos reinventados

y la sospecha punzante

de no volver a rozar

tu rostro cansado que busca

un amor que ya no existe.

 

Retiro tu mechón 

y me asomo a tus dos lunas

revelando su cara oculta.

Ojalá pudiera escalar tan alto, 

por encima de mis nubes

y quedarme a vivir en ellas.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

La mañana:

El reclamo de las alondras

levantando las dunas del tiempo

y el rumor de unas máquinas

tapando los últimos días de verano 

con la arena de nuestro reloj.

 

La noche es un eco en la montaña

y te venera con su mirada difusa.

Así tu rubor se torna fuego

y me impulsa a cada paso,

acompasado por el redoble 

de tazas y cucharas

que pregonan un nuevo día.

 

Si me miras de mañana,

ahuyentas las sombras

que estiran y tensan 

el frágil temblor 

de mis pensamientos.

Parece todo tan sincero,

que por un momento soy feliz.

jueves, 17 de septiembre de 2020

Irreal

Mis piernas chorrean ríos de agua amarga

y yo las abrazo sintiéndome una princesa

que duerme sobre una nube 

cada vez más corpórea

en la que estoy aprendiendo a vivir.

Me aferro a ellas para no olvidar

que sigo en esta playa, dentro de mí

y que esto no es un sueño.

Bajo la droga del miedo

el vértigo oprime mi cabeza

y como una fuente, 

emano un grito de auxilio.