La mañana:
El reclamo de las alondras
levantando las dunas del tiempo
y el rumor de unas máquinas
tapando los últimos días de verano
con la arena de nuestro reloj.
La noche es un eco en la montaña
y te venera con su mirada difusa.
Así tu rubor se torna fuego
y me impulsa a cada paso,
acompasado por el redoble
de tazas y cucharas
que pregonan un nuevo día.
Si me miras de mañana,
ahuyentas las sombras
que estiran y tensan
el frágil temblor
de mis pensamientos.
Parece todo tan sincero,
que por un momento soy feliz.
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