En esta fachada de soledad
los balcones están limpios por la lluvia
y el invierno precoz sacude los cristales,
se cuela por las rendijas
y me asustan con sigilo.
Despierto, el tacto del edredón me devuelve
a este escenario:
¡no!, me digo, aquí no hay ladrones,
solo el ruido de mis golpes,
algunos hilos y trastos viejos que voy sorteando
a cada movimiento.
¿Qué habéis encontrado en mí?,
si os esquivo con gran disimulo...
como un fantasma deambulo entre las ruinas
buscando un trozo de verdad,
llorando porque no aparece.