… O como cuando me decías te amo –palabras que desvirtuamos
de tanto usar–, y yo te respondía que yo también, y entonces tú me asegurabas
que tú me amabas más, y yo recalcaba, no sin cierto desencanto, que yo te amaba mejor. La
clave siempre estuvo en que nunca supiste quererme, o quizá el problema era que
no querías hacerlo, que a mí me habían colocado enfrente de ti para hacerte
compañía, para que te abrazara, para que te hiciera olvidar la soledad y el
pasado...
miércoles, 22 de junio de 2016
"Rayuela", capítulo 34 (extracto)
Y así nos íbamos
acercando a esto que tenía que ocurrirnos un día cuando vos comprendieras
plenamente que yo no te iba a dar más que una parte de mi tiempo y de mi vida.
Pero qué hermosa estabas en la ventana,
con el gris del cielo posado en una mejilla, las manos teniendo el libro, la
boca siempre un poco ávida, los ojos dudosos. Había tanto tiempo perdido en
vos, eras de tal manera el molde de lo que hubieras podido ser bajo otras
estrellas, que tomarte en los brazos y hacerte el amor se volvían una tarea
demasiado tierna, demasiado lindante con la obra pía, y ahí me engañaba yo, me
dejaba caer en el imbécil orgullo del intelectual que se cree equipado para
entender.
Maga, el molde hueco era yo, vos temblabas, pura y libre como una
llama, como un río de mercurio, como el primer canto de un pájaro cuando rompe
el alba, y es dulce decírtelo con las palabras que te fascinaban porque no
creías que existieran fuera de los poemas, y que tuviéramos derecho a
emplearlas. Dónde estarás, dónde estaremos desde hoy, dos puntos en un
universo inexplicable, cerca o lejos, dos puntos que crean una línea, dos
puntos que se alejan y se acercan arbitrariamente (…) y sin embargo los dos
estamos componiendo una figura, vos un punto en alguna parte, yo otro en alguna
parte, desplazándonos (…) y poco a poco vamos componiendo una figura absurda,
dibujamos con nuestros movimientos una figura idéntica a la que dibujan las
moscas cuando vuelan de una pieza, de aquí para allá, bruscamente dan media
vuelta, de allá para aquí, eso es lo que se llama movimiento brownoideo, ¿ahora
entendés?, un ángulo recto, una línea que sube, de aquí para allá, del fondo al
frente, hacia arriba, hacia abajo, espasmódicamente, frenando en seco y
arrancando en el mismo instante en otra dirección, y todo eso va tejiendo un
dibujo, una figura, algo inexistente como vos y como yo, como los dos puntos
perdidos en París que van de aquí para allá, de allá para aquí, haciendo su
dibujo, danzando para nadie, ni siquiera para ellos mismos, una interminable
figura sin sentido.
lunes, 20 de junio de 2016
Tan fuertes
… Como cuando caminábamos de la mano por las calles de
Valencia o de Gandia y nos creíamos tan fuertes. Y a veces nos acompañaba Noah,
tirándonos de la correa y haciéndonos unas infelices llenas de frustración.
Pero no nos importaba, o fingíamos que aquello era normal, porque al fin y
al cabo estábamos cogidas de la mano, y entonces nada más nos importaba. Qué
orgullosa decías estar de mi compañía. Cómo presumías ante las miradas de
conocidos y curiosos, con la cabeza alta y la mirada al frente, y en ocasiones
te girabas y me observabas varios segundos con los ojos brillantes, y ese mero intercambio de
miradas era el amor. No sé si te lo dije alguna vez, pero aquellos instantes
se colaban dentro de mi pecho, revoloteaban por todo mi cuerpo, y luego salían en cada suspiro que exhalaba. Y no sé si tú lo notabas, pero juraría que después se dirigían a ti y repetían la misma acción: se colaban en tu pecho, revoloteaban por todo tu cuerpo, y toda aquella energía repartida de algún modo nos unía todavía más. Luego dejamos de lado aquellas chispas de ilusiones
vanidosas y nos convertimos en dos enemigas, que se cogían por costumbre de unas
manos llenas de clavos, que ardían, y quemaban, y herían, pero no nos importaba, o fingíamos que aquello era normal. Poco a poco fuimos disolviéndonos en ceniza, hasta que caprichoso el viento nos sopló y nos esparció. A mí hacia el norte y a ti hacia su este.
martes, 7 de junio de 2016
Noah
Encontrar la felicidad en el sonido de una cuchara
removiéndose en la taza. En el aroma del café. En el olor a mañana de junio que
anuncia un verano inquietante. Ver felicidad en el cielo, en las nubes. En las
teclas de ordenador que forman letras que forman frases que forman
sentimientos. Encontrar felicidad en mis sentimientos. Alegres o tristes. Al fin
y al cabo siempre efímeros. Ciclos, piedras sobre las que tropezar, manos a las
que agarrarse y fuerza interior antes desconocida. He renacido. Pero me falta
algo... Por ejemplo, la soledad calmada de un hogar propio a su lado, mi caballito
trotador, mi cabrita loca. Sus ojos brillantes y tristes, que me miran fijamente.
Su cola inquieta de alegría. Su inocencia infantil con instinto animal. No. No cuenta
como error, porque su mero recuerdo también me hace feliz.
sábado, 4 de junio de 2016
Fuego en el horizonte
La poesía de Benedetti, la melodía de Mogwai y fuego en el horizonte. Y yo ardiendo con él: de vida, de saber que soy, que sigo, que cada día gano algo.
Nunca me canso de fotografiar cielos y nubes, y esta imagen me recordó a Galeano: “¿Para qué servía la utopía, si es que la utopía servía para algo? Porque fíjense ustedes que la utopía está en el horizonte, y si está en el horizonte yo nunca la voy a alcanzar. Porque si camino diez pasos, la utopía se va a alejar diez pasos, y si camino veinte pasos la utopía se va a colocar veinte pasos más allá, o sea que yo sé que jamás nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve entonces?
Para eso. Para caminar”.
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