"Aquello de un único crepúsculo. De un solo
solitario gesto de abandono. El haber visto la nube rosada, la nube de un rosa
incinerado; rosa y gris era y era una amenazadora rosa quemada. Detrás, verde y
oro. Tan luminosos. Cortejo de nubes grises, rosadas, verdes. Sobre todo la
fragancia mental a rosa quemada. En boca de la muerte ardidas rosas. Crepúsculo
inigualado entre Santiago y León. Sentía mi cara de asombrada al borde de la
nube. B. se reía. Conduce el auto mirando todo excepto el camino. Si se
olvidara del volante, de los frenos. Un metro de olvido et voila un joli
tableau: et fille sur gouffre bleu. En boca de la muerte amantes ardidos.
Confiando yo en que era escorpio. Pero no quiso precipitarnos. Entonces, ni
nubes de hoy habrían de consolarme. Por otra parte, ¿quién busca consuelo? Voy
a hablar de la vida, señores, voy a hablar de la vida. Por la noche todos
los abandonos. Su respirar, su silencio perfecto. Yo en boca de la muerte,
insomne y consecuente en mi oficio de idiota desamparada. Pero con el nuevo
secreto dentro de mi la peur fout l'camp. Exactamente como una idiota lloré
en El Escorial frente al tríptico (falso) de Bosch, pidiendo, sí, pidiendo que
me dijera que no tuve razón (como si me interesara tenerla) al decirme debajo
de las nubes maravillosas que las nubes no me ayudaban a no querer morir. Y el
miedo por haber pensado en escribir un poema sobre esas nubes. Eso fue sórdido.
B. contemplaba serenamente. B. no escribe. Luego, no se considera dueño del
rojo crepúsculo. Ahora sí tenés cara de poeta -dijo. Me odié. Pero sin duda yo
había pensado en el poema para que trascendiera a mi cara, para hacer del
proyecto del poema y de mi cara un filtro de amor (sangre tierra de cementerio,
saliva de milano, agua de alondras, halo de ángel mudo...). Esto está tan
oscuro".
viernes, 29 de diciembre de 2017
lunes, 11 de diciembre de 2017
Última semana
Somos procastinadores saboreando el último bocado de vida. Nos recordamos finitos, ergo nos apresuramos a salir, a reír, a querer. A decir que queremos. No hace mucho, Mánchester era el principio de una etapa
que ya acaba.
Pienso esto, miro por la ventana, y las ramas del árbol de mi jardín me advierten de ello –mi árbol, me apropio de una parte de él–. Ahí está, completamente desnudo, arrinconado en este invierno prematuro que me oprime y me asusta. Nostalgia, nostos-algia. ¿Cómo es posible sentir dolor por un recuerdo que todavía no ha pasado? ¿Y cómo llamar al dolor por aquello que no ha ocurrido y que -lo sabes, estás segura- nunca llegará?
Pienso esto, miro por la ventana, y las ramas del árbol de mi jardín me advierten de ello –mi árbol, me apropio de una parte de él–. Ahí está, completamente desnudo, arrinconado en este invierno prematuro que me oprime y me asusta. Nostalgia, nostos-algia. ¿Cómo es posible sentir dolor por un recuerdo que todavía no ha pasado? ¿Y cómo llamar al dolor por aquello que no ha ocurrido y que -lo sabes, estás segura- nunca llegará?
domingo, 26 de noviembre de 2017
La decepción de los duendes
[Siento duendes en la tripa de ganas de vivir]
Suena la alarma, tarde, siempre tarde para actuar
Así que cierro los ojos y sigo soñando
Queriendo volver a las noches de fantasía
En las que mi mente entreteje historias
Como los hilos de esta cama en la que no estás
Tú,
Ese concepto de niña que nunca descubrí.
Mírame, los duendes lloran a lo que no existe
A sus ganas contenidas
A los sueños irrealizables
A mi frustración
A mí
Artífice del autoengaño
Acabo engañando al mundo
[Y los duendes, decepcionados, huyen por la nariz]
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