domingo, 26 de noviembre de 2017

La decepción de los duendes

[Siento duendes en la tripa de ganas de vivir]

Suena la alarma, tarde, siempre tarde para actuar
Así que cierro los ojos y sigo soñando
Queriendo volver a las noches de fantasía
En las que mi mente entreteje historias
Como los hilos de esta cama en la que no estás
Tú,
Ese concepto de niña que nunca descubrí.

Mírame, los duendes lloran a lo que no existe
A sus ganas contenidas
A los sueños irrealizables
A mi frustración
A mí
Artífice del autoengaño
Acabo engañando al mundo


[Y los duendes, decepcionados, huyen por la nariz]

lunes, 20 de noviembre de 2017

Oda al café

Al agente Cooper le encanta el café, como a mí. Anoche me dormí con ese pensamiento: el café es un elemento esencial en la historia. Dale no sería Dale sin su taza de café en la mano. Esta mañana, cuando empezaba a recobrar la consciencia de mi entorno, cuando la luz entraba tenue por mis retinas y el sonido externo se confundía con las voces de mis sueños, lo primero que escuché fue al obrero que estaba cambiando la caldera de nuestra casa preguntar a Moneeba: “Can I have a cup of coffee? I love coffee!”.

Ayer domingo, de camino a Chester, no pude más que tomarme mi taza de café gratis del Waitrose y me sentí como en uno de aquellos pocos instantes felices que me permití vivir en Londres. Solía haber café de por medio. 

Y el otro día, mientras me calentaba la leche para el café de media mañana, recordé los muchos brebajes de este tipo que tomé con ella. Tan rutinario, tan aburridamente repetitivo todo. Nos ahogábamos. Pero el café nos sostenía de algún modo. O quizá era que sujetábamos el asa y eso nos dejaba una sola mano libre para el ahorcamiento recíproco, simétrico, reflejo.

El café tiene algo de nostalgia entre sus granos y yo siempre he vivido de las nostalgias. Cuánta melancolía concentrada en el simple gesto de una cuchara removiendo el café.