Crece la barba de mis cabellos
y vuelvo a reencarnar a Fedra;
ella vaticinó mi condena clásica
sin yo entender sus delirios hiperbólicos.
Desde la ventana hoy río y canto y sigo
-de verdad que sigo como antes-,
pero las cortinas son cuerdas ásperas
que ahogan mi pecho,
anudan mis pies,
anudan mis pies,
y trenzan mi melena recortada
con la forma de diez olvidos.
Yo inspiro y expiro y suspiro
-de verdad que respiro como antes-
y con suerte caigo sobre aquel tronco,
a pies juntillas y con una carcajada,
queriendo soltar el lastre
que cada año cambia su nombre.
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