miércoles, 4 de mayo de 2016

Un día


Hoy amanecí contigo, aunque al correr las persianas no te vi a mi lado. Eran las 7 de la mañana de principios de mayo, y llevaba meses sin desvelarme tan temprano después de soñarte entre mis dedos. Se cumplen tres meses de tu abandono y 27 años de tu nacimiento, y lo cierto es que no recaí en ello hasta varias horas después, en la sala de espera del médico, mientras leía Rayuela y mis brazos estaban llenos de pinchazos de alergia. Estos no eran los tuyos, aquellos desaparecieron poco a poco con la brisa marina y el sol de Valencia. También con ginebras y tónicas en noches borrosas que desviví porque apenas recuerdo. Ah, pero he sido feliz todo este tiempo. Llorarte o soñarte no me hace más desgraciada, solo un poco sentimental y nostálgica a veces. Al menos yo tengo esa virtud, o defecto. Un corazón dolido es un corazón fuerte y ávido, y el mío al romperse no quedó enfermo ni hecho jirones, sino que se volvió más rojo que nunca. Eran tus clavos los que le hacían daño. Servían para taponar los agujeros, decías. Yo te creía, o quería creerte, pero lo cierto es que durante dos inviernos nadie lo escuchó latir. 
Pues andaba yo pensando en ti todo el día, en cada palabra de Cortázar, en cada pinchazo de aguja, en cada paso izquierdo o derecho —con el zurdo siempre un poco más— hasta mi casa, en cada inspirar-expirar de mis pulmones. Era como vivir un largometraje. Lo vivía y no lo veía, porque yo lo sentía bien adentro, lo había aprehendido y era parte de mí. Luego tomé café, ese brebaje rutinario que siempre me sabe un poco a ti, quizá por tus ojos, o porque contiene sorbos de tu piel. Pero no pensaba ahora en ti, meditaba sobre aquello que te rodea, que un día fue casi tan mío como tuyo: amigos, familia, lugar. Ser contigo era ser con tu entorno, algo que tú nunca supiste hacer. También eso tuve que perderlo cuando tú te decidiste a borrarnos. Sí, con aquello me chafaste, como se chafa a un bicho por el que no se siente ninguna empatía. He visto cómo los matan sin pararse a pensar que son seres vivos y coleando. Pero resulta que los mosquitos también tienen corazón. 
Entonces pensé en Alejandra y, oh casualidad, vi que ella también había reparado en mí. En tan solo ese segundo de tiempo me puse a llorar. Lo juro, lloré como si me hubiesen arrancado de nuevo un pedazo de alma. Eran lágrimas de liberación, nacían de la necesidad de sentir una palmadita virtual de su mano sobre mi espalda. Después de eso decidí que al día siguiente iría con Andrea a la playa, que necesitaba de esa brisa marina para secar mi piel.

jueves, 21 de abril de 2016

Cuando tuve miedo (16/06/15)


Lo siento, mi vida. Mi corazón no late con tanta fuerza. No sé cómo reactivarlo. No sé cómo reactivarme a mí misma. Los miedos me han paralizado. El miedo a la caída de un pétalo, al derramamiento de una gota de café sobre el sofá, a la ruptura de una botella de cristal sobre el suelo. Tengo miedo a la vida y a su final. Tengo miedo a todos los finales posibles de todas las personas que existen. Incluso de las malas. Tengo miedo a la oscuridad de nuestros corazones. No puedo comprender nada de este mundo. Universos con galaxias y sistemas con astros. Y entre todo aquello, nosotros. Y justo aquí y ahora, yo. Y nunca más. Quién narices soy yo, sino un punto insignificante dentro de un algo infinito y sin sentido. Por qué estamos aquí, luchando y levantándonos cada día, llenos de sentimientos, alegrías y desgracias, si mañana no seguiremos para recordarlos.

In-


En algún lugar quedarán la felicidad y el amor que compartimos. Seguramente en nuestros recuerdos, en forma de sueños fracasados, corrompidos por la locura de nuestra inseguridad y la incoherencia de tus porqués.

miércoles, 20 de abril de 2016

Entre silencios y miradas

Ahora soy más feliz
pero a veces
todavía soy triste.

Por ejemplo:
en el silencio de tu vacío
que tan solo es mío.

Por ejemplo:
en la letra de esa canción
que un día fue nuestra.

Pero ya no se trata de ti;
la tristeza está dentro de mí.
La siento en mi vacío, en mi silencio, en las canciones
que no nos enseñan amores maduros
que nos hacen creer que la vida es alguien
que nos mira y crea magia
que esconde nuestra invalidez.

Las mentiras que ahora me cuentan
ya me las sé de ti,
y a veces pese al tiempo
siguen doliendo
y aparecen,
por ejemplo:
ahora.
Y se van,
por ejemplo:
en miradas

que hacen más magia que tú.

miércoles, 13 de abril de 2016

viernes, 1 de abril de 2016

Andrea


Normalmente sucede que conocemos a personas que nos llevan a otras personas, y estas a otras, y por estas llegamos a otras nuevas. Algunas se quedarán, otras se irán. Unas serán la piedra que nos hará caer y quedarnos pequeñitos e inmóviles en el suelo; otras serán el agua que nos hará crecer como a una flor, y a esas las querremos mantener para siempre a nuestro lado. En mitad de mi gran tropiezo, yo encontré la flor más bonita del campo, y comprendí que la vida te quita, pero que también (y sobre todo) te da. Y vaya si me dio…

jueves, 31 de marzo de 2016

De las cenizas

Creí que la tristeza
penetraría mi piel,
me haría pequeña,
amputaría mis alas
y permanecería
para siempre
dentro de mí.

Me equivoqué.

Soy un ave fénix
y vuelo, vuelo.
Con la vista clara
y el fin en mis yemas.

Para siempre fue un segundo
y hoy nadie me puede frenar.
Mis alas son felices.