Creí que la tristeza
penetraría mi piel,
me haría pequeña,
amputaría mis alas
y permanecería
para siempre
dentro de mí.
Me equivoqué.
Soy un ave fénix
y vuelo, vuelo.
Con la vista clara
y el fin en mis yemas.
Para siempre fue un segundo
y hoy nadie me puede frenar.
Mis alas son felices.
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