Ahogados en los márgenes del drama,
queriendo y no sabiendo actuar:
llueve la misma canción por octava vez,
un ave saluda entre las nubes
y la primavera se marchita.
Ya no quedan pétalos que deshojar.
Ahora me giro y te veo;
rozo la ribera con cautela
y te salpico,
pero no parece molestarte.
Conque aquí seguimos,
cayendo sobre mi tiempo y la paciencia,
entre pájaros, peces, aviones y coches
que me adelantan
y llegan a su hora.
¿Vuelvo a soñar?, pero no duermo.
Tantas vueltas a esta manzana
y no puedo dejar de morderla.
Mi corazón se cierra
y mis ojos laten.
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