Estoy
desnuda ante ti:
tu mirada desgastada me amordaza
y no me salen las palabras.
Desorientada, tiro piedras sobre mi propio tejado
tu mirada desgastada me amordaza
y no me salen las palabras.
Desorientada, tiro piedras sobre mi propio tejado
y huyo.
En mi
mochila de piel las guardo,
ordenadas y silenciosas,
¡ay!
pero me pesan, a mi pesar…
conque avanzo arrastrando mis pies
inútiles y torpes pilares de mármol,
atrapados bajo sesenta quilos de dudas
y de miedos.
y de miedos.
Da lo mismo, yo sonrío a mis ruinas
-como
si no pasara nada, pues nada pasa-
y en
delirios finjo que veo estrellas en el horizonte.
Hacia allí me dirijo
merodeando a pasitos cortos pero cautos,
merodeando a pasitos cortos pero cautos,
inspeccionando curiosa a los otros caminantes.
Cuando
nos cruzamos, giro mi cabeza
y
clavo en ellos mis ojos intrusos.
Resulta
que están tan perdidos como yo.
Pero,
¡¿qué estamos haciendo?!, entona el coro.
Una
sospecha evidente nos asalta:
Nacimos
para preguntar
y
exclamar
sin saber
nunca cuál es la respuesta
o la
consecuencia.
Es más:
la utopía
es solo una idea.
Es más:
la utopía
es solo una idea.
Mientras
tanto la tierra gira y yo desespero.
Los otros
viajeros me miran, nadie me ve, nadie me espera.
Me canso
de ser mujer y jamás quisiera ser hombre.
El lastre
de mi condición hace eco en mi cabeza,
me
oprime, me suprime,
pero
me deja volar a tu nido
con el anhelo de una cuna perdida,
y en el camino me creo pájaro sin dueño.
Solo de noche existo,
es a oscuras que mis aleteos
te doblegan
y
finges que sigues mi rastro
y que tocas mi sueño.
y que tocas mi sueño.
Pero pronto, siempre pronto, es mañana,
la hora de la verdad, del refugio de las ropas,
de tirar tus piedras sobre mi tejado
la hora de la verdad, del refugio de las ropas,
de tirar tus piedras sobre mi tejado
y huir.
Ahora bien,
resulta que estás tan perdido como yo,
conque vuelves distraído, a medio vestir
-como si no pasara nada, pues nada pasa-,
Ahora bien,
resulta que estás tan perdido como yo,
conque vuelves distraído, a medio vestir
-como si no pasara nada, pues nada pasa-,
y yo,
que me creí pájaro, te invisto de rey sol.
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