martes, 16 de enero de 2018

Sobre lo mismo

Estoy desnuda ante ti:
tu mirada desgastada me amordaza
y no me salen las palabras.
Desorientada, tiro piedras sobre mi propio tejado
y huyo.
En mi mochila de piel las guardo,
ordenadas y silenciosas,
¡ay! pero me pesan, a mi pesar…
conque avanzo arrastrando mis pies
inútiles y torpes pilares de mármol,
atrapados bajo sesenta quilos de dudas
y de miedos.
Da lo mismo, yo sonrío a mis ruinas
-como si no pasara nada, pues nada pasa-
y en delirios finjo que veo estrellas en el horizonte.

Hacia allí me dirijo
merodeando a pasitos cortos pero cautos,
inspeccionando curiosa a los otros caminantes.
Cuando nos cruzamos, giro mi cabeza
y clavo en ellos mis ojos intrusos.
Resulta que están tan perdidos como yo.
Pero, ¡¿qué estamos haciendo?!, entona el coro.
Una sospecha evidente nos asalta:
Nacimos para preguntar
y exclamar
sin saber nunca cuál es la respuesta
o la consecuencia.
Es más:
la utopía
es solo una idea.

Mientras tanto la tierra gira y yo desespero.
Los otros viajeros me miran, nadie me ve, nadie me espera.
Me canso de ser mujer y jamás quisiera ser hombre.
El lastre de mi condición hace eco en mi cabeza,
me oprime, me suprime,
pero me deja volar a tu nido
con el anhelo de una cuna perdida,
y en el camino me creo pájaro sin dueño.

Solo de noche existo,
es a oscuras que mis aleteos te doblegan
y finges que sigues mi rastro
y que tocas mi sueño.
Pero pronto, siempre pronto, es mañana,
la hora de la verdad, del refugio de las ropas,
de tirar tus piedras sobre mi tejado
y huir.
Ahora bien,
resulta que estás tan perdido como yo,
conque vuelves distraído, a medio vestir
-como si no pasara nada, pues nada pasa-,

y yo, que me creí pájaro, te invisto de rey sol.

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