domingo, 28 de octubre de 2018

Tu ausencia cede su asiento a mi don. 
Sola canto a la calma de nuestro suicidio; 
caímos al mar
y la catarsis empujó las olas 
hasta mi orilla.
Aquí nado desnuda y libre
para sorpresa de los viajeros.

sábado, 27 de octubre de 2018

Luces de fiesta

Cuarenta millones de frío
han tallado mis huesos
y han abierto la cicatriz
que decora mis venas.
Venus, esférica y brillante.
Una figura blanca y lisia
que abraza fantasmas
en una jaula de mármol 
trasluciendo el universo.
Hay fiesta en el vacío:
las luces son de invierno 
y la música es un rumor 
que danza el vals de las horas 
que rompimos al usarnos.

lunes, 22 de octubre de 2018

El ciclo de la lluvia

No sabes de las veces 
que ha llovido tu nombre
desde mis dedos raudos,
impulsados por un viento
que gimotea palabras
traslúcidas, cansadas 
- no era
             nuestra
      vida.
Hay pensamientos 
que como nubes se elevan
al calor de un verano claro
y en algún lugar se abrazan
a tus nublos de tormenta.
Es así que lloran juntos
y entonces, mis manos 
gotean tu nombre.

lunes, 1 de octubre de 2018

Un nuevo final ata un nudo marinero
al cuello de mi estómago,
inundado de flashes cribados
que desorientan al capitán.
Los cirios están apagados, consumidos
por tu soplo y mis berridos.

Con las prisas olvidé nombres y fechas
y te inventé distinta,
una playa donde fui feliz, no fui feliz,
de la que me estoy alejando sin querer,
a la que vuelvo buscando fantasmas
que se reflejan en el agua,
junto a los peces agonizados.

Respiro,
soy consciente de que respiro,
y de que las gaviotas tienen las alas rotas
porque un flechazo las hirió
una mañana de domingo,
cuando al fin descansas
y entiendes el tedio
y el miedo.

Me abrazan en cada interludio
entre el ayer y el mañana,
y con los ojos vendados
me dirigen a una sala
donde celebran mis años,
donde el eco es un gato que huyó
hacia la montaña
y me visita por las noches.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Puertas, relojes y veces

Llamar a tu puerta por tercera vez. Aquella tarde se paró el primer reloj. Llamar a tu puerta y tú abrirme con nuevas horas envueltas y yo sentir que sí. De verdad sentir que sí. Asimilar una emoción que te empeñaste en gritar a los tres vientos -te dejaste a poniente y en aquellos días se veía el Mondúver. Pero yo a seguir llamando hasta que. Resulta que había una ventana, es decir, ya no quedaba tiempo, y un silencio confuso invadió toda la casa. Llegaba la tercera invencida. Aquello tan mío de volver a creer en la fe que nunca creyó en mí. Volver a aquello para luego volver a mi origen. Y allí estaba mi vacío derramándose y tú saltando de él hacia otro hueco que desocupar. Pero ocurre que la fe y el paso del tiempo son de color verde y prenden con el viento seco. Nos perdonaréis, era nuestro tercer verano y no queríamos morir sin intentarlo. (Si yo no quería morir, si tú no querías intentarlo). Y después de todo aquello, una mañana algo más fresca despertaste y eras tan súbitamente feliz. Claro, era la fe llamando a tu puerta por tercera vez. Yo mientras te soñaba abriendo otras puertas y ventanas que te llevaban al mismo sitio, a otros lugares, pero a ese mismo sitio de siempre. Ya sabes lo que pasó, te quitaste las gafas y se paró el segundo reloj. 

miércoles, 5 de septiembre de 2018

Vaivén

Por allí se acerca mi futuro
descongelando la nostalgia
de nuestro pasado,
una nube sonrosada
que se aleja
lloviendo flores.

lunes, 27 de agosto de 2018

El ángel de nuestra historia

Siempre he sido de volver a los sitios donde he sido feliz, a veces solo un poco feliz, a veces una infelicidad alterada por el paso del tiempo... La pared no es la misma, yo quiero convencerme de que tampoco soy la misma, pero siempre hago lo que sea por volver a esos mismos sitios, a buscar con disimulo lo que nunca encuentro.

Después, continúo a pasitos ligeros.