lunes, 1 de octubre de 2018

Un nuevo final ata un nudo marinero
al cuello de mi estómago,
inundado de flashes cribados
que desorientan al capitán.
Los cirios están apagados, consumidos
por tu soplo y mis berridos.

Con las prisas olvidé nombres y fechas
y te inventé distinta,
una playa donde fui feliz, no fui feliz,
de la que me estoy alejando sin querer,
a la que vuelvo buscando fantasmas
que se reflejan en el agua,
junto a los peces agonizados.

Respiro,
soy consciente de que respiro,
y de que las gaviotas tienen las alas rotas
porque un flechazo las hirió
una mañana de domingo,
cuando al fin descansas
y entiendes el tedio
y el miedo.

Me abrazan en cada interludio
entre el ayer y el mañana,
y con los ojos vendados
me dirigen a una sala
donde celebran mis años,
donde el eco es un gato que huyó
hacia la montaña
y me visita por las noches.

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