Sí –dije– ve, ve, ve (sintiéndome, oh siempre, en el centro exacto del abandono). Vi sus ojos en el resplandor cortado de oscuridades hirientes, súbitas. Vi sus ojos en el sonido de la tormenta, en los colores ardiendo como pájaros muy efímeros. Que se vaya –me dije– yo no pretendo, no intento, no comprendo. No me dejes –dijo– no me exiles de ti. En lo alto, en lo puro del abandono. Llamarme a mí pequeña abandonadora. Antes de desaparecer vi sus ojos no comprendiendo. Trémulo gesto de mi cara para ir a llorar importantemente en la noche del no se sabe quién es abandonado.
viernes, 31 de marzo de 2017
lunes, 20 de febrero de 2017
Les muntanyes de la meua terra
Les muntanyes amaguen foc a l’horitzó, el dia ens desitja una bona nit i jo
creme amb el sol: de vida, de saber que sóc, que seguisc, que cada dia guanye
alguna cosa. Em sent part d’aquest entorn, que no és meu, però del qual m’he
apropiat. Sóc part del tot, un ésser viu amb plena consciència de vida. L’estiu
arriba: la platja i la muntanya celebren el seu carnaval.
Les immenses ones terrestres
fan d’espill al mar, mirant-se cara a cara, fent competència a la definició
ideal de bellesa. El color verd impera la comarca; és la única esperança que
ens queda. Tan natural i primitiu tot que no podrien matar-ho sense matar-se a
si mateixos. Només ens queda estimar la seua innocència, com si fóra un xiquet.
Les dunes somiadores intenten volar, però les flors receloses les obliguen a
quedar-se. Com dir que no al seu esplendor. La sorra rellisca entre els dits
dels meus peus, suau i fresca, i jo jugue amb ella a atrapar el temps que
s’escapa. El seu tacte, però, em relaxa. Allà lluny uns gossos es mosseguen i
corren lliures per tot arreu, portats pels seus instints, sense cap coneixement
de la seua felicitat humil. Un d’ells té por a l’aigua; l’altre aprofita eixa
debilitat per guanyar la batalla.
El vent empenya les
veles, les rodes de les bicicletes giren, tothom es dirigeix cap algun lloc;
semblen tenir clar el seu destí. Hi ha moviment, res es deté. Però tot avança
amb silenci. Si poses atenció escoltes alguns crits sobtats dels amos. També
les ones fan soroll en saludar la vora de la mar, xopant la sorra privilegiada
de primera línia de platja, que absorbeix l’aigua com si tinguera una set mai
insaciable. Però això és silenci. És una pau que omple els cors de la gent, que
fa creure que no hi ha res dolent en la naturalesa. Qui podria presenciar eixa
estampa i no sentir una bondat absoluta. El cel observa des de dalt, fent
fotografies en pla picat. Hui obri l’estiu lliure de núvols blancs, tot
homogeni i impertorbable, com si no amagara planetes, estrelles i milions
d’astres a la seua esquena, com si no guardara el secret de la història de la
vida. El negre només té lloc en els insectes, que volen o caminen cap ací i cap
allà, qui sap a on van. I en les meues pupil·les, que els segueixen fins que
els perden.
Allà enmig –un centre
que em té a mi com a referència egocèntrica– estic jo asseguda, tan
insignificant i desconcertada, una xicoteta ciutat gris enmig de la natura. Tanque
els ulls per sentir l’aire marí, però els òbric ràpidament, poregosa de perdre qualsevol
ínfim detall que mai tornarà d’igual manera. Sovint em pregunte si ella pensa
em mi como jo ho faig quan veig aquesta escena que mai podré dividir del seu
record, i sentisc tristesa, o nostàlgia. O potser és felicitat per allò viscut
i per ser capaç de recordar-ho. Torne a mirar cap al foc de l’horitzó i
endevine que el meu destí es troba allà, un lloc utòpic al qual mai arribaré
però que sempre m’obligarà a caminar. Jo, un cos humà en un univers infinit,
deixe els pensaments minúsculs a banda, m’alce i comence a passejar.
miércoles, 15 de febrero de 2017
Razón de amor - Pedro Salinas
Torpemente el amor busca.
Vive en mí como una oscura
fuerza extrañada. No tiene
ojos que le satisfagan
su ansia de ver. Los espera.
Tantea a un lado y a otro:
se tropieza con el cielo,
con un papel, o con nada.
Ni aire ni tierra ni agua
le sirven para salir
desde su mina a la vida,
porque él ni vuela ni anda.
Sólo quiere, quiere, quiere,
y querer no es caminar,
ni volar, con pies, con alas
de otros seres. El amor
sólo va hacia su destino
con las alas y los pies
que de su entraña le nazcan
cada día, que jamás
tocaron la tierra, el aire,
y que no se usaron nunca
en más vuelos ni jornadas
que los de su oficio virgen.
Y así mientras no le salgan,
fuerzas de pluma en los hombros,
nuevas plantas,
está como masa oscura,
en el fondo de su mar,
esperando que le lleguen
formas de vida a su ansia.
Se acerca el mundo y le ofrece
salidas, salidas vagas:
una rosa, no le sirve.
El amor no es una rosa.
Un día azul; el amor
no es tampoco una mañana.
Le brinda sombras, espectros,
que no se pueden asir,
llenos de incorpóreas gracias;
pero un querer, aunque venga
de las sombras,
es siempre lo que se abraza.
Y por fin le trae un sueño,
un sueño tan parecido
que se siente todo trémulo
de inminencia, al borde ya
de la forma que esperaba.
Que esperaba y que no es:
porque un sueño sólo es sueño
verdadero
cuando en materia mortal
se desensueña y se encarna.
Y allá se vuelve el amor
a su entraña,
a trabajar sin cesar
con la fe de que de él salga
su mismo salir, la ansiada
forma de vivirse, esa
que no se puede encontrar
sino a fuerza
de esperar desesperado:
a fuerza de tanto amarla.
Vive en mí como una oscura
fuerza extrañada. No tiene
ojos que le satisfagan
su ansia de ver. Los espera.
Tantea a un lado y a otro:
se tropieza con el cielo,
con un papel, o con nada.
Ni aire ni tierra ni agua
le sirven para salir
desde su mina a la vida,
porque él ni vuela ni anda.
Sólo quiere, quiere, quiere,
y querer no es caminar,
ni volar, con pies, con alas
de otros seres. El amor
sólo va hacia su destino
con las alas y los pies
que de su entraña le nazcan
cada día, que jamás
tocaron la tierra, el aire,
y que no se usaron nunca
en más vuelos ni jornadas
que los de su oficio virgen.
Y así mientras no le salgan,
fuerzas de pluma en los hombros,
nuevas plantas,
está como masa oscura,
en el fondo de su mar,
esperando que le lleguen
formas de vida a su ansia.
Se acerca el mundo y le ofrece
salidas, salidas vagas:
una rosa, no le sirve.
El amor no es una rosa.
Un día azul; el amor
no es tampoco una mañana.
Le brinda sombras, espectros,
que no se pueden asir,
llenos de incorpóreas gracias;
pero un querer, aunque venga
de las sombras,
es siempre lo que se abraza.
Y por fin le trae un sueño,
un sueño tan parecido
que se siente todo trémulo
de inminencia, al borde ya
de la forma que esperaba.
Que esperaba y que no es:
porque un sueño sólo es sueño
verdadero
cuando en materia mortal
se desensueña y se encarna.
Y allá se vuelve el amor
a su entraña,
a trabajar sin cesar
con la fe de que de él salga
su mismo salir, la ansiada
forma de vivirse, esa
que no se puede encontrar
sino a fuerza
de esperar desesperado:
a fuerza de tanto amarla.
lunes, 23 de enero de 2017
El olvido como recuerdo
Desde que te fuiste,
los días son más tranquilos.
Ha desaparecido el sobresalto,
el colmillo hendido en la espalda,
el ruido de todas las ambulancias.
Desde que te fuiste, también,
te recuerdo de otra manera.
Escucho tu risa en lugares en los que no estuvimos,
el aire me trae recuerdos que me golpean las sienes,
hay aullidos sin cuerpo que me sorprenden al quedarme sola.
No consigo acostumbrarme.
He cambiado el llanto anunciado
por lágrimas que me sorprenden en mitad de la carretera.
El otro día, pasé por esa calle que habitamos
cuando ser felices era cuestión de mirarnos a los ojos.
Vi dos sombras apoyadas sobre la encimera
de la misma cocina donde veíamos el futuro
sin necesidad de hacer ningún truco.
Pensé en todas las cosas que no he podido contarte.
Pensé, también, que jamás se abrazarían
como lo hacíamos tú y yo
cuando apretarse era algo más que buscar abrigo.
domingo, 22 de enero de 2017
Si vieras - Standstill
Si vieras lo mal que lo he llegado a hacer.
Si vieras algunas cosas que sí he hecho bien.
Si vieras lo que es mirar, una y otra vez,
las cartas de mi única partida.
Si vieras la imagen que guardo aún de ti,
poniendo música a un mundo tan pequeño.
Tan quieto estaba, tus ojos brillaban,
creías que no te veía.
Si vieras que no sé ni siquiera si te reconocerías...
Si vieras que estás en las conversaciones.
Creo que al final juego solo contra ti o a favor
de quien quiera que fuese aquel que encontré,
empujado por sus decisiones.
En los huecos...
En los huecos...
En los huecos...
Como el huerto que ibas a tener al jubilarte.
Si vieras que no sé ni siquiera si te reconocerías.
Si vieras que no sé ni siquiera si me reconocerías.
Si vieras algunas cosas que sí he hecho bien.
Si vieras lo que es mirar, una y otra vez,
las cartas de mi única partida.
Si vieras la imagen que guardo aún de ti,
poniendo música a un mundo tan pequeño.
Tan quieto estaba, tus ojos brillaban,
creías que no te veía.
Si vieras que no sé ni siquiera si te reconocerías...
Si vieras que estás en las conversaciones.
Creo que al final juego solo contra ti o a favor
de quien quiera que fuese aquel que encontré,
empujado por sus decisiones.
En los huecos...
En los huecos...
En los huecos...
Como el huerto que ibas a tener al jubilarte.
Si vieras que no sé ni siquiera si te reconocerías.
Si vieras que no sé ni siquiera si me reconocerías.
domingo, 18 de diciembre de 2016
Monotonía de lluvia
Montañas de nubes cubren
los techos del mundo y de ellas caen Guadalquivires, Senas, Támesis, Nilos.
Abajo nosotros, ahogados en un mar de lágrimas. Me siento frágil. Las gotas repican y repican, y desde el otro lado del cristal pienso en el sonido monótono
de Machado y en la bella nostalgia que transmite esta regularidad. Tristeza en
forma de sonrisa. Las luces de la ciudad, allá abajo, me miran desde un ángulo
picado. Por un momento me siento poderosa, portadora del fuego, y la vida se me
antoja fácil.
sábado, 19 de noviembre de 2016
One Art - Elizabeth Bishop
The art of losing isn’t hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.
Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn’t hard to master.
Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.
I lost my mother’s watch. And look! my last, or
next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn’t hard to master.
I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn’t a disaster.
—Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan’t have lied. It’s evident
the art of losing’s not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.
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