Edipo sentencia mi condena en pleno agosto, cuando nos creemos más libres. Aquí tu recuerdo me acompaña, es una nube blanca y densa que no me deja ver. Se desvanece si la toco con los dedos. No es algodón, recuerdo -mis ojos en blanco-. A veces tan niña, tan imaginación...
Tras varias horas, me incorporo en un gesto de determinación: tengo que soltar, mis cadenas conducen la frustración a 230 voltios. Nadie es culpable -todos lo somos-, pensamiento sellado. Seguiré caminando, a ver qué sucede...
miércoles, 22 de agosto de 2018
martes, 21 de agosto de 2018
miércoles, 18 de julio de 2018
Una mentira lanzada como una pelota. Como cuando jugábamos en el patio y yo me protegía del tiro colocando las manos sobre mi cabeza, cerrando los ojos con esfuerzo ingenuo. Las mentiras también nos protegen. Un espejo, en cambio, nos descubre. Mis ojos junto a los tuyos, que me miran distinto. Frente a los ojos del espejo, que responde a mi análisis, a mi pasado, lo que el reflejo no revela, las presiones, mi educación. Pero ellos siguen luchando contra todo eso. Como aquella papelera que el amor de mis 17 tiró y dio a parar a mi cabeza. Luego me abrazaba, me pedía perdón. Fue sincero, en aquel momento. Por qué creer que alguien no lo es. No están obligados al engaño si no es para estar a salvo. "Qué guapa", calumnian. ¡Falacia!, me respondo. Callaos, no sigais, dejadme silenciosa y taciturna... Me lanzo los balones.
lunes, 2 de julio de 2018
Los días pasan de largo,
evitando el roce, el cariño,
tan discretos que susurran.
Solo notas su ausencia cuando
los días, liberados,
se pierden en el cielo;
un globo, un punto, luego nada.
evitando el roce, el cariño,
tan discretos que susurran.
Solo notas su ausencia cuando
los días, liberados,
se pierden en el cielo;
un globo, un punto, luego nada.
¡Adiós, mis días, adiós!
Fuisteis esperanza
y ahora os habéis quedado
en cenizas de nostalgia.
Restos de un pasado
que solo yo restauro.
Sois la pluma de un pájaro
volando ligera,
muriendo con levedad…
martes, 19 de junio de 2018
Había una luz que no pertenecía a aquel lugar y que lo impregnó todo de onirismo. Una luz reveladora que me regó de verdad. Ante mis ojos, me observaba la futilidad de esto que llamamos realidad. Aquella noche vi el mundo en su belleza, enorme, incontrolable e intangible, como un reloj a contrarreloj. No fue el Aleph, pero pude llegar a entender. Recordé que mi reloj de muñeca se había detenido días atrás, pero que aquello no impedía que la canción siguiese sonando. Un pequeño accidente, encadenado a otros actos diferentes a los que podrían haber acontecido si yo no fuese yo, ni los demás fuesen los demás. El tiempo no se puede detener, es algo que aprendimos de pequeños sin más dilación. No se conocía protesta histórica. Que por mucho que cierre los ojos, no me despierto. Que los segundos los cuentan agujas invisibles que se enredan en mi pelo, en los anillos de mis dedos, los zapatos, mi ropa interior. El miedo empieza por m de muerte, y sigue con i de incertidumbre. Me precipito atrozmente sobre ellos.
martes, 22 de mayo de 2018
Duele, ergo escribo
Si hay dolor,
entonces,
escribo.
Todo lo guardo en un bolso
con la cremallera abierta
de par en par
y el color a juego
con mi sonrisa
desvanecida.
Reprimo la vida
y reivindico mi izquierdo,
que para los demás es su derecho.
Que yo lo que quiero
es ser infeliz
y pequeña
como este bolso.
Que si hay dolor,
entonces,
escribo.
jueves, 10 de mayo de 2018
Vegas, Cernuda y Schopenhauer
Casualidades, como un mensaje que alguien me envía secretamente, un enmascarado que me recuerda lo que ya sé, lo que reprimo para poder seguir ilusionándome. Una señal. Primero, Nacho Vegas hablando del amor y de los erizos. Y yo preguntándome ¿qué pasa con los erizos? Así es que investigo. Y los versos me llevan a Cernuda, y de ahí a Schopenhauer. El ilustre filósofo me responde:
“Para defenderse del frío invernal, los erizos decidieron juntarse los unos a los otros para calentarse con su propio calor animal, pero, al acercarse, se pincharon y entonces se alejaron nuevamente; al alejarse, tuvieron de nuevo frío y se volvieron a acercar para calentarse, pero se pincharon nuevamente y, una vez más, se alejaron, buscando alternativas para protegerse del frío y de las picaduras. Todo esto hasta que, después de varios intentos, los erizos encontraron la distancia adecuada que les permitía no pincharse, sino calentarse, es decir, protegerse al mismo tiempo del frío y de la picadura”.
Y Luis, con su lírica, continúa:
“Como los erizos, ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío. Y quisieron compartirlo. Entonces inventaron el amor. El resultado fue, ya sabéis, como en los erizos. ¿Qué queda de las alegrías y penas del amor cuando éste desaparece? Nada, o peor que nada; queda el recuerdo de un olvido. Y menos mal cuando no lo punza la sombra de aquellas espinas; de aquellas espinas, ya sabéis”.
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