Hay una voz dentro de mí que ruge feroz
como el mar en borrasca,
pero se queda callada en la orilla.
Mis pensamientos nadan en su caja
y luchan por abrir mis párpados
que tiemblan nerviosos.
Mi cuerpo,
pausado,
se encoge en un pareo
descolorido
y se protege del frío
del sol.
Los colores del invierno se quedaron a dormir en este sitio
y en la primera luz del alba la piel se me erizó de miedo.
Hace tiempo que tengo frío
y nada consigue abrigarme.
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