Si no te enseñaron a abrazar
y me cogías torpe la mano.
Tú y yo, dos comensales,
cenando miradas perdidas.
Nuestros estómagos hambrientos
rugen una pena viciada,
y tu voz, al final del túnel,
y tu voz, al final del túnel,
se enreda con la luna llena
y los aullidos.
y los aullidos.
Tan vacíos que no supimos
dar un mordisco a la manzana.
Me encantó esto:
ResponderEliminarNuestros estómagos hambrientos
rugen una pena viciada.
Besos